Presentación de catálogo de la Exposición- ” HOMENAJE A ERNESTO SABATO “, realizada en el Centro Cultural San Martín.

La ascendencia artística de Susana Epstein puede rastrearse en la tradición expresionista y en similares experiencias psíquicas. No es, sin embargo una dibujante que abrace el éxtasis instintivo ni la liberación de las pulsiones.
Trabajando con una línea de modulación sensible, prefiere un orden aparentemente austero y un diseño sin ambigüedades semánticas. Sus dibujos claros y sus figuras generalmente graves y empeñadas en dramáticas tareas son engañosas y no logran velar el descontento espiritual subyacente.
Asimismo, la simplicidad del dibujo y las variaciones visuales de la línea son medios con los que revela un discurso interiorizado de la experiencia social que con urgencia quiere convertir en imágenes.
La hipocresía, la ausencia de sentido, la problemática del amo y del esclavo, la locura de la vida contemporánea constituyen, inequívocamente, los motivos que impulsan hacia la superficie los contenidos de sus escenas con hombres aprisionados entre gigantescos rodillos, con fatídicos relojes manipulados por otros personajes, con seres humanos cruelmente colgados como reses de ganchos de frigorífico.
Los dibujos de Susana Epstein parecen hablar del derrumbamiento de ciertos valores y cada uno de ellos corresponde a su íntima y particular visión de los otros y de sí misma.
Aun algo más: el diseño en el predomina la línea actúa siempre como equivalente gráfico de idénticas inquietudes existenciales. Todo, sin fracturas, habla de lo mismo.

Jorge López Anaya

Crítico e historiador de Arte

PARANOIA – LA MATRIX

Obra extraña y potente la serie PARANOIA de Susana Epstein, con un lugar propio dentro de la última plástica Argentina, desde su condición de “serie unitaria” y con independencia de cada uno de los dibujos en particular. Tan propio ese lugar que no es difícil augurarle un largo recorrido en las miradas (la memoria) de los contempladores.

Susana Epstein  trabaja en su estudio rodeada por el sol  y la propicia tranquilidad del lugar, casi un paréntesis en la intranquilidad que define a la sociedad argentina actual. Uno no encuentra, sin embargo a una artista envuelta en su capullo de cristal. Atendiendo a la ardua problemática que se desprende de sus  obras, uno se siente tentado a verificar la paradoja, a precisar que ese pacífico estudio es el lugar de observación donde Susana  Epstein recala, amasa su filosofía visual, a la que no le faltan vértices agudos, a la que no le faltan pespuntes sarcásticos enderezados a su propia lectura de la condición  humana.

Lo cierto es, que “leer” La Matrix supone una aventura singular desde la coherencia interna e inamovible de la serie. Los corruscantes traqueteos que, con efecto multiplicador, se agazapan en cada dibujo,  constituyen una temática de amplísimos límites.

Pasar temática tan fluida a las palabras, no constituye por cierto una explicación de los dibujos, que conforman en cambio, algo así como una aproximación. Y está bueno ratificarlo, con todos “los peros” que distintas miradas pueden añadir a cada hecho plástico en sí. En cuanto dibujos, cada una de las obras  funciona como una entidad unicelulada respecto al organismo central que las abarca.  Estas criaturas uniceluladas, o discursos,  entreverados a su vez , con el que emerge de la mirada del contemplador. Cada visión consecuentemente da la posibilidad de una operación o varias, donde innumerables construcciones comienzan a levantarse en lo interno. Cito al azar: la fuga del tiempo desde la relación del mismo con el hombre. Los “gancheros” (es decir, el mecanismo que lo engancha a uno), como se vertebra una sensibilidad del perseguido, el juego del gato y del ratón (nada menos), planteos cósmicos (o paracósmicos, da igual ) que delinean ese perpetuo girar en un sistema, atrapados por la gravitación y sin posibilidad de zafar, el tema de los rodillos y las cintas transportadoras (“No vas, te llevan” dice Epstein), la sensación de opresión del amo y del esclavo. La falta de espacios en un universo donde el hombre siempre se enfrenta o convive con mecanismos la falta de “un afuera”.

La enumeración anterior no deja de ser fascinante, pero es bueno verla como una “aproximación”.

Una aproximación que al ver los dibujos, se recuerda y se olvida en medida en que uno sepa desprenderse de ataduras dejándose ganar por  la potencia y las sugerencias íntimas de las obras porque el universo plástico de Susana Epstein tiene una naturaleza inequívocamente visual.

El azar calculado, por así decir, la colocó en instancia de recorrer segmentos de un pensamiento paralelo. PARANOIA – LA MÁTRIX, está aquí para probarlo.

Con total libertad, Susana Epstein coincidió con los textos ya casi clásicos que Ernesto Sábato reuniera bajo la denominación de “Hombres y Engranajes”, elevando una saga de relevante factura, suscribiendo una patología lineal que incluye un enfoque crítico de la realidad cotidiana, entramado en la urdimbre de una genuina invención visual.

Alfredo Andrés

Director de la revista de arte “La Cosa”

Calendario Cultural de Buenos Aires